Friday, March 23, 2012

Herencia Bautista

Siempre decimos que el Señor no tiene nietos, solo hijos. De esta manera no hay lugar para la alcurnia religiosa en la vida de un creyente. Sin embargo Doy gracias a Dios por lo que herede de mis padres no solo sus características físicas, sino también una disposición del corazón para buscar de Dios. Mi Bisabuela materna a quien no tuve el privilegio de conocer, solo de llegar a escuchar algunas anécdotas de su vida por labios de mi madre y de algunos otros familiares. Las siguientes líneas las extraje de “memorias de una abuelita” un manuscrito inédito de Doña Maria (mi mamá). En la foto de Izquierda a derecha: Mi hermano Rodolfo, Mi abuela y mi bisabuela.

“La abuelita Zapata, conoció el evangelio en su pueblo, Pozo de Gamboa, Zac., a la edad de 7 años por unos misioneros americanos que evangelizaron aquella gente necesitada de amor como mi abuela, pues fue huérfana desde muy pequeña, y al hablarle del amor de Cristo por los niños ella abrió su corazoncito para recibir a Cristo. Para ella no hubo escuela, nació aproximadamente en 1858, oyó el evangelismo en 1865. Los primeros misioneros bautistas llegaron a Nuevo León por esas fechas, organizando la Primera Iglesia Bautista de Monterrey en 1862. Supongo que estos misioneros se extendieron por Zacatecas, Coahuila, a los estados fronterizos y así llego el evangelio a estos pueblos. La abuelita contrajo matrimonio en 1878 con Gregorio Zapata. Isabel, su hija primera, nació en 1880, mi madre en 1882. El abuelo murió a principios del siglo, quedando la abuelita viuda muy joven. Se amparó al lado de mi madre y cuando estuvo libre de la autoridad del esposo, buscó una iglesia donde hablaran el mensaje que había escuchado de niña. Encontró la Primera Iglesia Bautista de Torreón, Creció en ella el amor de Cristo, se bautizo en 1904. En ese año se celebraba la Convención Nacional Bautista de México en la Iglesia Bautista de Torreón, siendo pastor de la iglesia el Rdo. Donato Ruiz. Su interés en escudriñar las Sagradas Escrituras la obligó a aprender a leer, fue auto-didacta y siguió su interés y celo porque otros recibieran el evangelio. Así fue como esta familia llevaba la semilla que mi abuela sembraba, pues durante mucho tiempo, por las tarde, ella salía con su Biblia a llevar el mensaje de salvación a sus vecinos y a su comunidad. ¡Bendita la memoria de mi abuela y lo que ella significo en el trabajo de mi esposo y mío en San Pedro, Calif.! Gracias al Señor por mujeres humildes, consagradas a servirle con sus talentos, como mi abuelita.”

Aunque actualmente no pertenezco a una Iglesia Bautista, doy gracias a Dios por el celo misionero de esos misioneros Bautistas que llegaron a México a mediados del siglo XIX, de alguna manera su esfuerzo sigue rindiendo fruto en mi vida y la de mi familia y a través de la Iglesia que estamos plantando en Chula Vista.

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